Podemos acudir a nuestra legislación para obtener una definición de lo que se considera una promotora inmobiliaria. Así, el artículo 9 de la ley 38/1999 establece lo siguiente:
“Será considerado promotor cualquier persona, física o jurídica, pública o privada, que, individual o colectivamente, decide, impulsa, programa y financia, con recursos propios o ajenos, las obras de edificación para sí o para su posterior enajenación, entrega o cesión a terceros bajo cualquier título”.
En términos más simples podemos afirmar que una promotora inmobiliaria se dedica a promover viviendas para su posterior venta y son una parte importante del desarrollo de un proyecto. Así, estas figuras se hacen cargo de una serie de funciones como las que siguen:
Planificación de la nueva construcción y buscar financiación.
La localización de un solar para albergar la promoción, negociación del precio y su consiguiente compra.
Preparar la documentación, así como obtener las licencias de obra necesarias, además de cualquier otro requisito administrativo.
Promoción del residencial con la venta sobre plano.
La construcción del edificio. Esta parte puede asignarse a una constructora externa a la propia promotora.
Entregar a los compradores toda la documentación de obras ejecutada y además de aquellos documentos que exija la ley de administraciones competentes
Elaboran el libro del edificio. Este último recoge la información referente a las características físicas y técnicas del edificio, además del régimen jurídico al que se encuentra sujeto.
Asumen los defectos del acabado durante un año, de los defectos constructivos durante tres años y de los defectos de los elementos estructurales durante los diez años siguientes.
Lo cierto es que estamos ante una figura crucial que tiene la consideración de agente de la edificación a tenor de lo que dispone la citada Ley 38/1999. Por lo tanto, se le pueden exigir responsabilidades junto con otras figuras como el proyectista, el constructor, el director de obra, el director de la ejecución de la obra, los laboratorios de control de calidad de la edificación, los suministradores de materiales de construcción, los propietarios y, en último lugar, los usuarios.
Por su parte, una constructora asume el levantamiento del edificio y, en definitiva, lo hace realidad. Se encarga desde los cimientos hasta los últimos acabados, aunque siempre debe contar con el respaldo y la supervisión de la promotora.
En conclusión, la promotora inmobiliaria asume el liderazgo de todo el proyecto y, en consecuencia, le corresponde emprender todo el proceso. Sin duda, es una figura decisiva que no debemos perder de vista si queremos entender cuáles son las distintas fases de toda construcción, así como los agentes involucrados.
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