Pero antes de proseguir, conviene explicar qué se entiende por corrosivo. En concreto, las sustancias corrosivas pueden afectar de forma irreversible e incluso destruir químicamente materiales como tejidos orgánicos o metales. Por lo tanto, un derrame sobre la piel de una persona es capaz de ocasionar graves quemaduras en los tejidos del cuerpo y en órganos tan delicados como los ojos. Incluso al inhalarse pueden irritar o quemar la mucosa de la nariz, la garganta y los pulmones. En caso de ingestión, los corrosivos arrasan con la mucosa de la boca, la garganta y el estómago.
Por estas razones, debemos extremar los cuidados y, sobre todo, ubicarlos en un lugar seguro si tenemos niños en casa. No en vano, nuestros hogares también alojan esta clase de productos que solemos emplear para acometer cierto tipo de limpiezas. Vamos a ver algunos de los más comunes:
El hidróxido de sodio o sosa cáustica se puede encontrar en una proporción muy concentrada y también se utiliza para la fabricación de ciertos productos de limpieza. Así, es común encontrarlos en artículos para la limpieza de hornos, Por lo tanto, debemos respetar las instrucciones de uso. Aunque es cierto que son productos que cumplen con lo prometido en el etiquetado, son totalmente prescindibles y podemos reemplazarlos por otros menos agresivos. Limpiar el horno después de su uso y antes de que se enfríe la grasa y suciedad puede facilitar mucho la tarea. También en los desatascadores suele incluirse la sosa caústica en su formulación. Además de corrosiva, tiene repercusiones en el medioambiente.
El hidróxido de amonio se emplea como ingrediente de variados artículos domésticos para limpiar vidrio, porcelana y acero inoxidable. Aunque la concentración de estas sustancias oscila entre el 5 y el 10 % y, por lo tanto, sus posibles consecuencias serían leves. No obstante, no podemos bajar la guardia.
El hidróxido potásico que se puede encontrar en algún producto limpiador tanto de suelos de madera, limpieza de horno o de desagües y otros productos de limpieza.
Todos estos productos pueden resultar un tanto peligrosos, por esos debemos tener en cuenta ciertas pautas cuando vayamos a emplearlos. En la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) nos hablan de las siguientes:
Ventila bien la habitación mientras limpias, así que no olvides abrir las ventanas.
Lee con atención las instrucciones de uso y respétalas en todo momento. No infravalores los posibles peligros.
Protégete con guantes, ropa vieja y evita las salpicaduras.
Los envases han de permanecer siempre bien cerrados con sus correspondientes tapones de seguridad y fuera del alcance de los niños. No los cambies de su envase original a otro distinto ya que puede crear confusiones en el etiquetado.
Seguramente con todas estas explicaciones te haya quedado un poco más claro a qué riesgos nos exponemos con el uso de estas sustancias. Recuerda usarlas atendiendo a las instrucciones de uso y únicamente cuando sea realmente necesario, pues hay otras alternativas en el mercado menos peligrosas.
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