Lo cierto es que las recomendaciones a la hora de escoger varían dependiendo de cómo durmamos.
Así, una persona que duerma boca abajo necesitará un tipo de almohada que nada tendrá que ver con la que precisa alguien que lo haga boca arriba o de lado.
De todas estas matizaciones hablaremos a continuación.
No en vano, el tema es de tal importancia que hasta la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) le han dedicado un espacio en su web.
Así, desde este organismo nos proporcionan las siguientes pautas en función de nuestra postura a la hora de dormir:
Si dormimos boca abajo, lo más adecuado es que la almohada no supere los 10 centímetros.
Si lo hacemos boca arriba, un cojín que oscile entre los 12 y los 15 centímetros resulta lo más apropiado.
Si descansamos de lado, la almohada debe ser medio alta, de unos 15 centímetros. Solo de esta manera lograremos mantener la cabeza y el cuello correctamente alineados con el eje de la columna.
También el relleno de nuestra almohada es crucial ya que de ello dependerá una mayor o menor grado de dureza. Aunque los gustos imperan, no debemos pasar por alto estos consejos a la hora de decidir:
Las almohadas con rellenos blandos, como el que nos aporta el plumón o la viscoelástica, pueden ser los idóneos para quienes descansan boca arriba ya que son más flexibles y sostienen la cabeza y el cuello.
Si somos personas de complexión fuerte necesitaremos mayor firmeza para el cuello. En cambio, si nuestra constitución es más bien pequeña o mediana, es más apropiado que nos decantemos por opciones más blandas.
Actualmente existen rellenos muy sostenibles para almohadas a base de cereales como la espelta. Pueden convertirse en el mejor soporte del cuello, pero es cierto que son muy pesadas –entre dos y cuatro kilos– y el particular aroma que despiden no es del agrado de todo el mundo.
Por cierto, una almohada merece todo nuestro cuidado dado que de ella depende nuestro descanso. Así que tan importante como su elección, es el esmero que pongamos en mantenerla en un óptimo estado.
Por cierto, las almohadas, al igual que ocurre con los colchones cuya vida útil recomendada no debe sobrepasar los diez años, deben cambiarse a los 2 o 3 años. Aunque si la cuidas bien, podrá acompañarte durante cinco años.
Por lo tanto, airea la almohada de vez en cuando y dale la vuelta para evitar que se deforme.
Salvo los cojines para evitar la plagiocefalia que están concebidos para evitar este problema en el desarrollo del cráneo de los bebés, hasta el año de vida no deben usarlos.
Lo cierto es que los niños no suelen necesitar almohada hasta que los hombros son más anchos que sus cabezas. Usarlas les evita que estas empiezan a colgar en caso de dormir de lado. Este desarrollo se suele producir entre los dos o tres años.
Llegado este momento, una almohada baja, que no rebase los 10 centímetros, es la mejor elección.
Esperamos que todo lo explicado te ayude a tomar la decisión más acertada, pues un descanso correcto es vital para encarar el día. No olvides cuidar tu almohada para que te proporcione siempre un sueño reparador. ¡Felices sueños!
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