Desde 2013 todos los propietarios de viviendas, locales y edificios deben contar con este documento tras exigirlo la Unión Europea a través de una directiva. Su propósito era incentivar un parque de viviendas más sostenible. Para su obtención los dueños contratarán a un técnico habilitado que se encargará de evaluar el estado del inmueble a fin de certificar la eficiencia energética del edificio, así como las emisiones de CO2.
Lo cierto es que la cuantía de este asunto depende de diferentes variables como el tamaño de la vivienda. Parece evidente que cuanto más grande sea la casa que se pretende examinar desde un punto de vista energético, mayor será el precio que se exija el profesional por proporcionar este servicio.
También inciden estos aspectos que consignamos a continuación:
El desplazamiento del profesional. Resulta obvio que si el inmueble se encuentra a una distancia considerable, el coste debe ser más elevado que el de otro que se encuentra a tiro de piedra del técnico.
Tipo de inmueble. Es posible que el trabajo tenga que ser más exhaustivo como sucede con los locales comerciales o los edificios de nueva construcción.
Pero, por supuesto, no estamos hablando de grandes desembolsos, pues se estima que para una vivienda que ronde los 50 y 100 metros cuadrados fácilmente podremos conseguir este certificado tras abonar un precio que se sitúa entre los 60 y 130 €. En definitiva, estos profesionales ofrecen su trabajo a un precio bastante asequible.
No obstante, no es una tarifa regulada y, por lo tanto, pueden darse discrepancias entre varias provincias e incluso diferentes empresas. Además, al precio por la tarea que desempeñan estos profesionales, también debemos sumar el coste de las tasas administrativas que marca el registro del certificado energético de cada comunidad autónoma.
Otra circunstancia que incide en el precio es el registro del certificado que es un paso obligatorio para obtener la etiqueta energética. Respecto a esta cuestión podemos encontrarnos con comunidades autónomas en las que este trámite es gratuito, mientras que en otras es necesario pagar unas tasas.
Sin duda, el presupuesto para su realización es fácil que difiera entre los distintos técnicos. Por este motivo, conviene analizar las distintas ofertas que nos lanzan unas empresas y otras. Al respecto cabe resaltar que tan perjudicial resulta pagar mucho como abonar una cantidad sospechosamente económica.
Otro aspecto que suele interesar es el referido al tiempo de tramitación. En este sentido, estamos ante un proceso que no suele alargarse más de tres días. Posteriormente será preciso que se registre para que pueda expedirse y entonces recibirá el reconocimiento del Ministerio correspondiente. En este caso, del ministerio de Energía y Transición Ecológica.
Dicha certificación debe contar con una serie de datos ineludibles. Así, se debe especificar lo siguiente:
La descripción de las pruebas realizadas.
Las características energéticas del edificio; es decir, las instalaciones térmicas y de iluminación, la envolvente térmica, el confort lumínico y térmico, además de la calidad del aire interior.
Cualquier otro dato que condicione la eficiencia del edificio.
Por supuesto, el técnico etiquetará el inmueble en función de su mayor o menor eficiencia. De esta manera, optará por una clasificación que comprende siete letras de la A a la G , además de colores que van desde el verde, el amarillo y el naranja hasta el rojo.
¿Y cuál es la más eficiente? Pues aquella vivienda que obtiene la letra A y el color verde, mientras que la letra G en color rojo se reserva para la menos eficiente.
Gracias a este sistema se consigue aportar de una manera muy intuitiva y visual la información que afecta a todo este tema. Sin duda, dicha etiqueta presenta indudables similitudes con las que encontramos en los electrodomésticos y que nos sirven para orientarnos acerca de su consumo eléctrico.
Sin embargo, no estamos ante un documento cuya vigencia sea infinita. De hecho, tiene un plazo de validez que no supera los diez años al que debemos permanecer atentos.
Por lo tanto, pasado ese plazo habría que renovarlo, sobre todo si tenemos el propósito de vender la casa o alquilarla a un tercero.
Si se han incorporado mejoras en la vivienda que permitan incrementar su eficiencia energética, como la colocación de ventanas con doble acristalamiento o una caldera de aerotermia, también convendría solicitar un nuevo examen. En este caso no importaría que no hayan transcurrido los diez años reseñados anteriormente.
El certificado de eficiencia no solo es un requisito obligatorio en cualquier compraventa o alquiler, sino que también puede repercutir en el precio de la casa. Lo cierto es que aquellos inmuebles que ostentan un certificado que acredita una mayor eficiencia suelen venderse a precios más elevados, pues permiten ahorrar en el consumo en el hogar, además de despertar un mayor interés entre la posible clientela.
Por lo tanto, todo comprador tiene derecho a solicitarlo, mientras que es obligación del vendedor proporcionarlo sin demora. De hecho, su carencia puede motivar que no se consume la operación.
A todo esto se añade que el mayor desvelo medioambiental de los consumidores hace que la eficiencia energética se tenga más en cuenta en las viviendas. De esta manera, tanto el ahorro en nuestras facturas como el respeto al entorno condicionan nuestra decisión. En suma, no hay que subestimar este detalle que sube enteros en el criterio de los compradores.
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